Rol del psicomotricista
La figura del psicomotricista es esencial en toda intervención psicomotriz, ya sea en contextos evolutivos normalizados, terapéuticos, a nivel individual, grupal o con cualquier grupo de edad. Si bien, la manera de acompañar será adaptada a estas características y requerirá una forma específica y profunda de abordar las sesiones, que se va a ir configurando a lo largo del proceso de aprendizaje que el psicomotricista va realizando desde el plano teórico, práctico y vivencial corporal, podemos destacar aspectos comunes. En este artículo te contamos de forma esquemática cuál es el rol del psicomotricista.
Objetivos del psicomotricista
- Trabajar la relación psique – soma desde la acción y el movimiento como desde la calma y la relajación, es decir, desarrollar la conexión cuerpo-mente, ayudando a la persona a su cargo a vivir la experiencia psicomotriz plenamente y acabar poniendo palabras a esa vivencia.
- Incentivar percepciones, facilitando y proporcionando sensaciones en el cuerpo.
- Construir un diálogo tónico-afectivo, modulando el tono, partiendo de las necesidades y fortalezas de la persona, sin centrarnos en sus carencias o dificultades.
- Establecer un itinerario psicomotriz que nos permita acompañar a la persona desde la exploración espontánea, libre y desde el disfrute corporal, sin juicios de valor.
- Ser mediador: acompañar desde la seguridad no solo física, también psíquica, a la persona, incentivar la exploración, creatividad y autonomía desde el “Yo hago, yo puedo” y ayudar a la comprensión de lo vivido.
- Reforzar las acciones y los logros a través de la valoración de los otros, así también aprendemos a valorarnos a nosotros mismos.
- Estar presente en situaciones de conflicto como figura de referencia e invitar a los participantes al diálogo y el acuerdo.
- Generar confianza y vínculo a través de la escucha activa.
La importancia de la escucha y el vínculo en el psicomotricista
Establecer el vínculo es desarrollar la confianza en el otro y en el ambiente, para seguir explorando y evolucionando. El psicomotricista ha de ofrecer a la persona la suficiente seguridad, no solo física en la sala, para que no se haga daño, sino también psíquica, acompañándola en este proceso, desde la acogida respetuosa, valorando sus propuestas y producciones con admiración, sorpresa y validando sus logros. Acogiendo y conteniendo también sus resistencias, excitación afectiva y dificultades de manera sensible y empática. Una mirada atenta, desde el acompañamiento, desde la relación vincular, centrada en la disponibilidad corporal hacia la persona, con paciencia, sin prisas, centrada en el proceso y no en el resultado, dándole, así, la posibilidad de descubrir o redescubrir sus logros y conexión cuerpo-mente, sin enjuiciar y dando valor a quién es, lo que favorecerá su aprendizaje, evolución y desarrollo.